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EL INNOMBRABLE

-REM-

Esta es la historia de dos amados caminando por un sendero denso y difícil, transitado con vehículos pesados y llenos de suciedad. La amada, frustrada de su andar y un tanto despistada, cruza la calle corriendo dando rienda suelta a su adrenalina sin importarle la devastadora consecuencia que se aproxima. En su amor, el innombrable la lanza a un lado de la calle, causando unas cuantas heridas superficiales en el cuerpo de la amada.

El innombrable muere, es atropellado brutalmente por un camión de carga; dejando su cuerpo hecho trizas, sus entrañas despedazadas, su piel con las marcas de las pesadas llantas, y su amor ahí, en una calle.

La amada que a salvo se encuentra en el andén, se da cuenta que por su afán, locura y falsamente llamada “libertad” expone su vida a la muerte, se da cuenta de que el amor que el innombrable profesaba por ella era más real que la vida, pues no la escatimó ni un instante al dejarse atropellar por el camión.

Ella dice que jamás olvidará ese día cuando el innombrable toma su lugar frente al inmenso camión. Dice que cada día, cada segundo y cada instante de su vida tiene en su memoria tatuado el amor que este héroe tenía por ella, dice que jamás dejará de amarlo y que no cabe posibilidad alguna de que este amor por él cese, que no hay situación que la haga olvidar este acto, que jamás dejará de sentirse agradecida, que las heridas superficiales que sufrió al ser lanzada a un lado de la calle no importaron, no importan y jamás importarán, pues el innombrable hizo un trueque; su vida por la de ella.

Hoy veo que Tú, el más grande héroe eres el innombrable y tu inconmensurable amor me salvó de sufrir una brutal muerte, también veo que no soy como esta amada; pues crucé la calle, pero olvido que mi amado tomó mi lugar al lanzarme a un lado del andén, pues no paro de quejarme por las heridas superficiales. No soy como la amada, pues menosprecio tu sacrificio, olvido tu gran hazaña y cuestiono y dudo de la simpleza extravagante de tu amor. No soy como ella, no te amo como te profesan mis labios.

Esta amada tiene nombre… tu iglesia. Quiero ser como esta amada que ni un instante menosprecia tu perdón, que jamás olvida tu gran sacrificio y que no te deja ahí, en una calle muerto.

Gracias por Tu inagotable fidelidad cuando yo te fallo, por tu dulce y fuerte amor cuando yo lo desecho, por tu eterna soberanía cuando confió en mi propio entendimiento, por tu radiante verdad cuando yo vivo con máscaras, gracias por tu perdón que jamás se marchita cuando yo me aferro al rencor, gracias por tu justicia llena de gracia cuando yo te dejo esperando en las mañanas, gracias por tu generosa compañía cuando me acuesto sin dirigirte palabra alguna, por tu pureza tan eterna cuando yo me empeño por nadar en lodo, porque a pesar de mis fallas me ofreces una victoria segura, por tu santidad cuando yo flaqueo, gracias por ser mi juez pero también quien aboga por mí, por tu amistad cuando todo lo que siento es soledad, gracias por tu rectitud cuando yo me dejo maravillar por la decadencia atractiva del mundo, por crearme a Tu imagen a pesar de mi insistencia por buscar identidad en fuentes efímeras y pasajeras, gracias por llenarme de tu fuerza cuando la debilidad rebosa en mí, por tu paternidad que no se cansa cuando incontables veces he vuelto a tu casa después de derrochar mi alma, gracias porque le diste vida a mi existencia con tu muerte, porque aunque con mis actos gritaba “crucifíquenlo!”, tú con sangre compraste mi libertad, gracias por tu sacrificio en la cruz cuando era yo quien debió ocuparla.


 
 

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